El 11 de abril de 1880 hubo elecciones y Julio Argentino Roca ganó en todas las provincias menos en Corrientes y Buenos Aires. Un total de 161 electores avalaron al conductor de la Conquista del Desierto, contra los 71 que apoyaron a Carlos Tejedor, el gobernador de Buenos Aires. Pero surgió un problema: la poderosa provincia no aceptaba el resultado y tenía su propio poder de fuego. Temía la federalización de la ciudad.
En aquel entonces los presidentes eran huéspedes de la Provincia y no tenían territorio federal. Hasta la crisis de 1890 la Provincia fue infinitamente más influyente que la Nación en cuestiones políticas y económicas.
El 18 de abril balearon la casa del presidente Nicolás Avellaneda, y el 1º de mayo Carlos Tejedor abrió las sesiones de la Legislatura provincial con un tono desafiante: convocó a los ciudadanos a un entrenamiento militar, al que se sumaron integrantes de la sociedad de tiro, rifleros, guardiacárceles y bomberos.

Entre junio y octubre de 1880 la localidad de Belgrano fue capital provisoria de la República y sede de las autoridades nacionales. Avellaneda se alojó primero en el hotel Watson y más tarde fue huésped de la familia Astigueta, que ocupaba una casona en la esquina de Echeverría y Vuelta de Obligado.
Era un gobierno nacional débil, instalado en una zona de quintas como era entonces Belgrano, acosado por el poderío de la Provincia de Buenos Aires. Cuesta imaginar aquella batalla final antes de la definitiva organización nacional, entre la provincia dominante y el poder central en construcción. Fueron cuatro días sangrientos, del 17 al 21 de junio de 1880, con tres duros combates en Barracas, Puente Alsina y Los Corrales. Ochenta piezas de artillería de por medio, murieron 3 mil de los 20 mil hombres que participaron en las batallas por el control definitivo del poder político central.
Buenos Aires fue derrotada y tuvo que someterse al poder central: la Provincia cedió autonomía y territorio (la ciudad), acató a las autoridades nacionales, renunció el gobernador y se ordenó el desarme de las fuerzas provinciales. Una ley sancionada en Belgrano el 21 de septiembre de 1880 federalizó la ciudad de Buenos Aires y otra prohibió a las provincias formar cuerpos militares. “Necesitamos paz duradera, orden estable y libertad permanente”, dijo Roca en sus palabras inaugurales como presidente.